• El laberinto de la descripción: cuando hablar del problema impide resolverlo

    Cómo las organizaciones se quedan atrapadas entre el diagnóstico y la acción.

     

    En muchas organizaciones se ha instalado una cultura del análisis constante que se interpreta como avance, aunque en realidad solo prolonga la sensación de que algo se está haciendo. Las reuniones se llenan de explicaciones extensas, de crónicas detalladas sobre lo que ocurrió y de diagnósticos que se repiten con la misma precisión semana tras semana. Lo que no se suele advertir es que estas conversaciones rara vez desembocan en una decisión concreta, generando una brecha silenciosa entre describir y actuar.

    La descripción, por sí misma, tiene un papel legítimo: permite reunir hechos, entender el contexto y escuchar a quienes forman parte del problema. Pero esta etapa es solo la primera estación del viaje. Cuando el análisis se convierte en un fin en sí mismo, se forma un círculo cerrado en el que los líderes sienten que reflexionan y los equipos creen que son escuchados, mientras la organización permanece inmóvil porque nadie impulsa un paso adelante.

    Este fenómeno tiene raíces culturales profundas. Durante años se ha valorado a los líderes que dominan el análisis, que comprenden el porqué de cada situación. Sin embargo, este liderazgo contemplativo, cuando no evoluciona hacia la acción, se convierte en una trampa. Se repiten reuniones que certifican lo que ya sabíamos, se encadena la sensación de que “estamos trabajando en ello” y, sin darnos cuenta, el avance se posterga de manera indefinida.

    Cuando esto se cronifica, el crecimiento del equipo se aplaza. Ninguna persona ni ningún departamento mejora solo por comprender sus fallos; mejora cuando, tras comprender, decide moverse. La acción exige incomodidad, decisiones valientes, ensayo y error. Requiere aceptar el riesgo. Si los líderes no logran salir del bucle descriptivo, los equipos terminan desarrollando una especie de fatiga organizacional, un cansancio que nace de hablar mucho y avanzar poco.

    Romper esta dinámica es una responsabilidad directa del equipo directivo. Acompañar a los líderes para que incluyan en sus reuniones preguntas que orienten a la implementación es imprescindible. Expresiones como “¿y ahora qué hacemos con esto?” o “¿qué resultado obtendremos después de esta conversación?” funcionan como puntos de inflexión que devuelven el foco a la acción. No se trata de incomodar por incomodar, sino de instalar un hábito que evite que la reflexión se convierta en refugio.

    Fomentar una cultura donde la descripción sea la antesala de la acción implica desarrollar líderes capaces de detectar cuándo están atrapados en el bucle de la explicación y cómo salir de él. También requiere valorar los liderazgos valientes que, aun con información incompleta, avanzan, cometen errores y aprenden. Una organización que premia únicamente el discurso elocuente acabará rodeada de brillantes analistas incapaces de transformar la realidad.

    Los síntomas suelen estar a la vista. Líderes con diagnósticos impecables que nunca pasan a la siguiente fase. Equipos que conversan sobre el mismo problema cada semana sin que nada cambie. Áreas que parecen “en movimiento” porque se reúnen constantemente, aunque ninguna reunión derive en un plan concreto. Cuando este patrón se repite, la intervención ya no es opcional: es urgente.

    Superar este comportamiento requiere que las reuniones incluyan siempre algún compromiso de acción, que los líderes dominen herramientas de decisión y seguimiento, que existan espacios para evaluar qué cambió después de cada análisis y que la organización premie a quienes impulsan avances reales. También es esencial acompañar a los líderes para que ganen seguridad en la toma de decisiones sin disponer de todos los datos, un escenario natural en cualquier contexto empresarial.

    Cuando en una organización se habla demasiado y se avanza poco, no falta información: falta dirección. Los equipos no necesitan más teoría, necesitan líderes capaces de transformar las conversaciones en resultados.

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    Carlos Jiménez, Consultor y Formador en Liderazgo y Desarrollo de Equipos y Talento


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Carlos Jiménez

Formador y consultor especializado en el desarrollo del Liderazgo y Trabajo en Equipo. Casi 40 años de trayectoria acompañando a personas y organizaciones en procesos de cambio profundo y sostenible. He fundado y liderado más de 30 proyectos en ámbitos empresariales, sociales y deportivos, y he acompañado a más de 500 iniciativas como mentor, consultor y formador, siempre con el propósito de generar impacto real y cambios transformadores.
Autor de seis libros sobre Liderazgo y Trabajo en Equipo y comunicador con más de 20 años de trayectoria en radio.
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