El pintor afincado en Firgas recorre su trayectoria vital y artística, marcada por el compromiso social, el poder transformador de la cultura y la pasión por el retrato.
Por Redacción | RADIO LAS PALMAS
En el estudio de El Rincón del Arte de Radio Las Palmas, con Rogelio García al frente, la conversación con Carmelo Sangó se convirtió en un viaje por la memoria y la creación. El artista, nacido en Albacete en 1959 y residente en Firgas desde hace más de una década, relató cómo pasó de ser directivo bancario a pintor y escultor, y cómo ha convertido el arte en un espacio de reflexión, denuncia y encuentro. Su testimonio muestra a un hombre que entiende la cultura como servicio público y que se empeña en llevar sus exposiciones a los municipios más pequeños antes que a las galerías comerciales.
Rogelio García, Carmelo Sangó y Clodobaldo González posan sonrientes tras la entrevista en El Rincón del Arte, un encuentro donde el artista compartió su camino de la banca al arte y la fuerza social de sus proyectos.
Camino al arte
Vienes del mundo de la banca y sin embargo hoy tu vida está ligada al arte. ¿Cómo fue ese cambio?
Empecé a pintar a los 40 años, aún trabajando en banca. Era una etapa de mucho estrés y el pastel se convirtió en un desahogo. El primer cuadro sorprendió a mi profesor y me animó a continuar. Tras un accidente y una jubilación anticipada, decidí cumplir el sueño de estudiar Bellas Artes en Valencia con 45 años. Fue un giro vital radical.
¿Qué papel jugó tu formación universitaria en ese proceso?
Me aportó orden y método. Descubrí el óleo, la escultura en alabastro y una forma distinta de relacionarme con el arte. La disciplina que traía de la banca me hacía muy meticuloso, lo que se nota en mis retratos. En la escultura, en cambio, aprendí a ser más visceral, a soltarme. Esa dualidad todavía define mi manera de crear.
¿Cómo influyó tu paso por la banca en tu mirada social?
Me marcó profundamente. Allí vi cómo se priorizaba a los clientes rentables, dejando de lado a los que más necesitaban ayuda. Yo no podía aceptarlo y atendía a todos por igual. Esa contradicción me sensibilizó y terminó filtrándose en mi pintura. El arte se convirtió en un canal para denunciar desigualdades y dar voz a quienes suelen quedar invisibles.
Proyectos artísticos
Has desarrollado colecciones muy distintas entre sí. ¿Qué lugar ocupa Lo que nadie quiere ver en tu carrera?
Es fundamental. Estudié la indigencia en Valencia durante más de un año, retratando distintos tipos: ancianos explotados, drogadictos, personas manipuladas por mafias. Representé nueve figuras en cuadros de gran formato. Lo llamé “el cuarto mundo”, porque es una realidad que tenemos en la esquina de casa y que ignoramos. Incluso me autorretraté como el indigente que rechaza ayuda, con la mano en alto.
Tu segunda gran colección es Retórica y Retrato. ¿Cómo nació?
Quise unir literatura y pintura. En español hay más de 250 figuras retóricas, y seleccioné 22 para aplicarlas en retratos. El resultado fueron 51 obras expuestas en distintos municipios de Gran Canaria. Esa fusión entre palabra e imagen abre una vía distinta para entender la pintura y aporta frescura a cada exposición.
Ambas colecciones han viajado bastante. ¿Qué te aporta el contacto directo con el público?
Mucho. Me gusta estar presente en mis exposiciones, explicar cada obra y escuchar lo que la gente percibe. En Firgas, por ejemplo, registré más de 1.800 visitantes, lo que para un municipio pequeño es un éxito enorme. También hago visitas guiadas gratuitas para escolares, porque creo que el arte debe ser pedagógico y generar reflexión en las nuevas generaciones.
Filosofía personal
Te defines como hiperactivo y con un fuerte sentido de la responsabilidad. ¿Cómo influye en tu trabajo?
Soy de tirar del carro. Lo fui en mi familia, en la banca y también en Bellas Artes. Eso me convierte en una persona constante, que organiza cada detalle y no deja nada al azar. Pero reconozco que me cuesta aceptar los ritmos más pausados. El arte me ha enseñado a equilibrar esa hiperactividad, a dejar espacio para lo inesperado.
Tu vida también ha estado ligada al teatro y la música. ¿Qué te aportaron esas experiencias?
Durante 14 años participé en teatro y zarzuela, incluso en El Fantasma de la Ópera, alcanzando un nivel casi profesional. Eso me enseñó a dominar el miedo escénico y a conectar con el público. También compuse canciones como cantautor, aunque hace mucho que dejé la guitarra. Todo ello me dio soltura para hablar en público y naturalidad para afrontar mis exposiciones.
¿Cómo entiendes la felicidad en tu vida actual?
Creo que la felicidad no existe como estado permanente. Lo que existen son momentos felices, y hay que aprovecharlos. A mí me hacen feliz mi pareja, mis cinco gatos, mis dos perros, mi huerto, y por supuesto mis amigos y el arte. Lo importante es valorar lo que se trabaja, porque lo que llega gratis casi nunca se aprecia.
Planes y futuro
¿Qué proyectos tienes confirmados en el corto plazo?
La próxima cita será en Santa Brígida, del 9 al 24 de enero, con Retórica y Retrato. Además, estoy en contacto con Gáldar y Arucas para llevar allí tanto esa colección como la de indigencia. Mi meta es organizar siete exposiciones en los próximos dos o tres años, repartidas por distintos municipios de Gran Canaria.
¿Tienes un sueño pendiente a nivel internacional?
Estuve cerca de exponer en Nueva York, pero un cambio en la dirección del museo lo impidió. No lo viví como fracaso, sino como aprendizaje. Si surge otra oportunidad, la aprovecharé. Me encantaría que mi obra se mostrara fuera, pero no me obsesiona. Lo importante es que siga viva y conectando con la gente.
¿Qué meta personal te ilusiona en este momento?
Viajar a Japón. Quiero hacerlo solo, porque disfruto de los viajes en soledad. Es una forma de abrir la mente y encontrar inspiración. Ya lo tengo decidido y ahorrado, así que tarde o temprano lo cumpliré.
Carmelo Sangó es mucho más que un pintor tardío o un exbanquero reconvertido en artista. Su trayectoria muestra a un creador que ha sabido transformar la adversidad en oportunidad y que concibe el arte como un espacio de servicio y reflexión. Sus exposiciones no solo despliegan técnica, también transmiten preguntas incómodas y diálogos con la literatura, la vida cotidiana y la condición humana. Cada respuesta suya confirma que, para él, el arte no es un adorno, sino una forma de estar en el mundo, de recordar que “lo que nadie quiere ver” está más cerca de lo que pensamos.
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