• Cultura Belén Mendoza: «La trashumancia sigue marcando el pulso del verano en las cumbres»

      

    08/08/2025 | 18:33   |   Redacción 

    Belén Mendoza: «La trashumancia sigue marcando el pulso del verano en las cumbres»

    Una tradición milenaria que protege el paisaje y une generaciones en Gran Canaria.


    Por Redacción | RADIO LAS PALMAS

    En pleno agosto y con el calor apretando en las medianías, más de 400 ovejas avanzan por senderos reales hacia las cumbres de la isla. Es la trashumancia, una práctica tan antigua como necesaria, que sigue viva gracias a familias como la de Belén Mendoza Vega, que con su hermano, Juan Isidro,  y su padre, José Francisco, guían el ganado entre barrancos, pastos secos y recuerdos que huelen a queso curado y a tierra mojada.

    El rebaño avanza hacia la cumbre guiado por los pastores que mantienen viva la tradición de la trashumancia en Gran Canaria.


    Una labor que moldea el territorio

    «Ahora mismo estamos pasando el cementerio de Artenara», relata Belén en directo desde el programa Buenos Días Gran Canaria, mientras acompaña al rebaño en su recorrido estacional. No hay dramatismo ni épica en su voz, sino rutina, la de quien ha crecido entre animales y sabe que cada paso que dan no solo alimenta al ganado, sino que también limpia los montes, previene incendios y mantiene viva una cultura que resiste al olvido.

    La trashumancia es eso: un acto de desplazamiento con sentido ecológico. En verano, cuando las ovejas están preñadas y no necesitan pasto verde sino el seco que dejó el invierno, la familia Mendoza sube con ellas hacia las cumbres. «Van limpiando las parcelas mientras pastorean», explica Belén, que se mueve con naturalidad por los caminos reales y coordina con su padre el ritmo del ganado.

    Tradición familiar en tiempos modernos

    El pastoreo y la producción de queso son el hilo que ha unido a varias generaciones de su familia. Desde su bisabuelo hasta ahora, han vivido al ritmo del campo, de la paridera en octubre, del queso en invierno y de la mantequilla en primavera. Aunque el turismo rural y la visibilidad mediática ayudan a reconocer su labor, la esencia sigue siendo la misma: cuidar, criar, caminar, elaborar.

    «Desde pequeños hemos vivido esto», cuenta Belén, que recuerda haber comido directamente “de la teta de la oveja” y haber aprendido junto a su hermano cada secreto del rebaño. Hoy, aunque el número de pastores ha disminuido, la implicación de esta nueva generación garantiza que la trashumancia no se pierda. Con 470 cabezas de ganado, su recorrido es una coreografía silenciosa que cruza barrancos, pueblos y parcelas con un propósito claro.

    Cuidar el presente para sostener el futuro

    La trashumancia no es una postal del pasado ni una rareza folclórica. Es una herramienta viva de gestión del territorio, una forma sostenible de producir alimentos y una escuela de valores en movimiento. «Hasta septiembre estaremos aquí arriba», comenta Belén. Luego, en octubre, comenzará de nuevo el ciclo: nacimientos, leche, queso, mantequilla.

    En una isla donde el fuego acecha cada verano y el relevo generacional en el campo se tambalea, la imagen de Belén, su padre y su hermano caminando junto a las ovejas es un recordatorio de lo esencial: sin quienes cuidan la tierra, no hay paisaje que sostenga a la comunidad.

     

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