La artista grancanaria repasa una vida dedicada al arte entre grabados, exposiciones y docencia desde el corazón de Canarias.
Por Redacción | RADIO LAS PALMAS
Durante más de tres décadas, Conchy Rivero ha sabido construir una obra coherente, íntima y generosa, forjada entre talleres de grabado, aulas escolares y salas de exposiciones en Canarias, la Península y más allá. Su voz pausada y su mirada atenta se escucharon recientemente en el programa "El Rincón del Arte", conducido por Rogelio García, donde compartió su historia con la sencillez de quien habla desde la experiencia y la pasión. Desde sus primeros pasos en la Escuela Luján Pérez hasta su reciente exposición en el Liceo de Firgas, Rivero revela un itinerario vital en el que la pintura, el grabado y la enseñanza han sido caminos paralelos y complementarios. Esta entrevista recoge los momentos más destacados de esa conversación radiofónica, donde la artista desgranó su pensamiento, su oficio y sus anécdotas con la cercanía de quien no ha dejado de aprender ni de compartir.
Conchy Rivero junto a Dulce María Facundo y Rogelio García el día de la entrevista en 'El Rincón del Arte'.
Un inicio entre museos y aulas
¿Cómo se inició su camino en el arte?
La pintura me gustó desde siempre. Aun cuando mis hijos eran pequeños y viajábamos, en cada ciudad buscábamos un museo. Si estábamos en París, terminábamos en el Louvre; si era Madrid, tocaba ir al Prado. Eso lo hicimos en familia, y creo que mis hijos crecieron entendiendo el arte como algo cotidiano. Pero fue cuando ellos crecieron y ya no dependían tanto de mí que decidí formarme de verdad. Entré en la Escuela Luján Pérez, donde estuve once años como si fuera un trabajo diario. Fue una etapa fundamental.
¿Y cómo fue su formación específica en grabado?
Comenzó con la xilografía, grabado en madera, una técnica muy viva. Recuerdo ir a almacenes de madera a comprar vigas de caoba que luego me cortaban a medida. Esa relación física con el material me atrapó. Luego vinieron otras técnicas en el Taller del Cabildo, y quise seguir aprendiendo fuera. Estuve en el Centro Andaluz de Arte Seriado en Jaén, con Paco Aguilar, y luego en la Fundación Pilar y Joan Miró en Mallorca durante varios años. Siempre he buscado ampliar mis horizontes.
De Canarias a la Biblioteca Nacional
¿Su obra está presente en la Biblioteca Nacional. Cómo sucedió eso?
Fue casi por sorpresa. Participé en una convocatoria de Caixanova en Ourense y seleccionaron mis obras. Poco después, la Biblioteca Nacional contactó conmigo: habían visto el catálogo y querían que formara parte de su colección de grabadores del siglo XX. Me emocionó mucho. Desde entonces he donado grabados y libros de artista. Hoy tengo 21 grabados y dos libros en esa institución.
¿Qué importancia tiene para usted la enseñanza?
Muchísima. Comencé por una propuesta de la Escuela Luján Pérez para impartir clases de xilografía cuando una profesora se marchó. Luego vinieron los talleres para niños, tanto en la escuela como en colegios y en la Fundación Mapfre en distintas islas. Enseñar es compartir, y yo aprendí mucho de mis alumnos. A muchos los vi crecer, convertirse en arquitectos o artistas. Con algunos sigo en contacto. Creamos una pequeña familia.
¿En el programa contó una anécdota muy curiosa sobre un premio que ganó y no sabía...?
Fue en el Real Club Náutico de Tenerife. Presenté un cuadro sobre faros, lo envié justo antes del cierre del plazo, pero nunca supe nada. Un día llamé para saber el resultado y me dijeron que el premio lo había ganado una artista de Gran Canaria, Conchy Rivero. Les dije: "esa soy yo". Fue muy divertido, y me confirmó que a veces hay que ser insistente hasta para saber que has ganado.
El arte con fronteras
¿Ha tenido dificultades para exponer fuera de las islas?
Durante muchos años hemos sufrido la frontera del agua. En la Península los artistas cogen su coche y viajan. Aquí, enviar obra era tan complicado como exportar tomates: pasar aduanas, pagar impuestos. Llevamos 25 años luchando desde la Asociación Islas Canarias de Artistas Visuales (AICAV) por la libre circulación del arte canario. Recuerdo un intento de hacer una performance en Bruselas con obras encerradas como metáfora de esa frontera invisible. La burocracia cultural a veces asfixia.
¿Cómo valora las ayudas institucionales como Canarias Crea?
Han sido fundamentales. Al principio recibí apoyo del Cabildo, pero luego descubrí que el Gobierno de Canarias también podía subvencionar proyectos. Gracias a esas ayudas pude exponer en Sevilla, en la Casa de Canarias en Madrid y en otros lugares. La cultura necesita respaldo y voluntad. A veces, solo hacen falta pequeños gestos para que grandes cosas sucedan.
¿Además de pintar y grabar, ha escrito varios libros de poesía?
Sí, mi relación con la escritura nació en el estudio que tuve durante 18 años en Vegueta. Antes de que llegaran los niños a clase, me sentaba a escribir mirando al mar. Empecé con haikus. Mis alumnos mayores eran mis primeros oyentes. Animada por amigos, decidí publicarlos como regalo navideño. Hoy ya tengo tres libros publicados, el último editado por el Centro de la Cultura Popular Canaria.
Planes, exposiciones y una mirada al futuro
¿Qué podemos ver en su exposición actual en Firgas?
Obra pictórica que gira en torno a la tierra, la vegetación y el paisaje. Trabajo con planos que se superponen, figuras reconocibles que no llegan al abstracto, pero lo rozan. La influencia del cubismo, de Picasso, es evidente. Me interesa la descomposición de la forma, pero siempre manteniendo una narrativa visual clara. La exposición estará abierta hasta el 20 de septiembre en el Liceo de Firgas.
¿Y cuáles son sus próximos proyectos?
Acabo de terminar un grabado para una exposición en apoyo a la paz en Palestina, que organizará el Cabildo de Gran Canaria y se mostrará en el Instituto Cervantes de Jordania. Y pronto quiero presentar el nuevo libro que aún está por imprimir. Después de una gripe fuerte, he vuelto al ritmo habitual. Mientras pueda, seguiré creando.
Obra de su serie “El paisaje mutante” (2007). Una reflexión visual sobre la transformación de los espacios cuando la naturaleza actúa sin intervención humana. (Fuente: web ARTEINFORMADO)
Conchy Rivero no es solo una artista prolífica con más de 500 exposiciones colectivas a sus espaldas; es también una educadora, una mujer que ha sabido equilibrar la vida familiar con la necesidad de expresión, y una defensora incansable de los derechos culturales de los creadores canarios. Su historia es también la de muchas mujeres artistas que, a pesar de los obstáculos, han persistido. Escucharla es reencontrarse con una forma de hacer arte que no busca el artificio, sino la autenticidad. Y sobre todo, con alguien que supo esperar su momento, y lo sigue aprovechando con cada trazo, cada palabra y cada enseñanza que deja tras de sí.
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