El hijo del legendario futbolista Juanito Guedes revive su recuerdo y la huella imborrable que dejó en la sociedad canaria.
Por Redacción | RADIO LAS PALMAS
La periodista Marisol Ayala entrevistó a Juani Guedes, hijo del recordado futbolista de la UD Las Palmas, para evocar la figura de su padre, Juanito Guedes, uno de los grandes jugadores que ha dado el fútbol canario y símbolo de lealtad al club amarillo. La conversación, emitida en el programa Buenos Días a las 8 que dirige Dulce María Facundo en Radio Las Palmas, se desarrolló en el Club Natación Metropole en un ambiente cercano y emotivo. Juani compartió recuerdos y sentimientos sobre un hombre cuya huella deportiva y humana sigue viva más de medio siglo después de su fallecimiento, cuando la afición lo despidió como a un ídolo eterno de la isla.
La huella imborrable
¿Qué representa para ti la figura de tu padre cuando se habla de él como una leyenda del fútbol canario?
Mi padre es mucho más que un mito deportivo. Con los años, he entendido que fue un referente sociológico, un ejemplo de humildad y compromiso con su tierra. Nació en Schamann, se crió en Los Tarahales y defendió la camiseta amarilla durante diez años. A pesar de las ofertas millonarias del Real Madrid y del Barcelona, eligió quedarse en su casa, en su isla. Esa lealtad es lo que más lo engrandece. La gente no solo recuerda al futbolista, sino al hombre que decidió no irse porque su corazón estaba en Gran Canaria.
Han pasado más de cinco décadas desde su fallecimiento. ¿Cómo percibes que aún permanezca tan vivo en la memoria colectiva?
Sigue siendo sorprendente. Me encuentro con personas que no lo vieron jugar, que ni siquiera habían nacido, y sin embargo hablan de él con emoción. En 1971, cuando murió con apenas 28 años, la isla entera se paralizó. Más de veinte mil personas acompañaron su sepelio en San Lázaro. Aquello fue una manifestación de cariño y gratitud que marcó a toda una generación. Hoy, tantos años después, su nombre continúa siendo sinónimo de nobleza, talento y orgullo canario.
Recuerdos de familia
¿Qué recuerdos conservas de tu padre pese a haberlo perdido tan pequeño?
Yo tenía solo dos años cuando él falleció, así que mis recuerdos son heredados, construidos con lo que me contaron mi madre y quienes lo conocieron. Pero hay una conexión muy fuerte, casi espiritual. En casa siempre estuvo presente: su foto, su camiseta, sus historias. Mi madre, con 82 años, lo recuerda cada día. Aún asiste al estadio y visita la sala VIP que lleva su nombre, donde reza ante su estatua. Vivir con ese legado es como tener un hilo invisible que nos une a los dos.
¿Qué objetos guardas con especial cariño de tu padre?
Conservo la primera y la última camiseta que usó en la Unión Deportiva Las Palmas. Son verdaderas reliquias, piezas que para mí no tienen precio. Me han ofrecido cifras importantes por ellas, incluso propuestas que cualquiera consideraría irrechazables, pero jamás las vendería. Esas camisetas son lo más cercano que tengo a su presencia física. A veces las enseño a personas que sé que las valoran de verdad, gente que siente el mismo respeto que yo por lo que él representó para nuestra tierra.
El valor del talento
¿Cómo comparas el fútbol de entonces con el actual?
El fútbol ha cambiado por completo. Antes era talento puro, imaginación, instinto. Hoy es mucho más físico, más táctico, más condicionado por la tecnología y el dinero. En la época de mi padre los campos eran de tierra y había que tener un talento sobrenatural para destacar. Él y sus compañeros lo tenían. Llenaban el estadio Insular con miles de personas de pie, algo impensable hoy. En una ciudad que entonces tenía poco más de doscientas mil almas, todos vivían el fútbol como una fiesta colectiva.
¿Tu padre era consciente de su talento o lo vivía con naturalidad?
Lo vivía con naturalidad absoluta. Era un hombre sencillo, reservado, muy para dentro. Nunca se creyó más que nadie. Mi madre decía que era feliz jugando con los vecinos en la calle, sin importar si era un partido profesional o un encuentro improvisado en el barrio. Esa modestia lo hacía aún más grande. Jugaba porque amaba el fútbol y porque lo hacía feliz ver disfrutar a los demás. Nunca buscó fama ni dinero; su único objetivo era vestir con orgullo la camiseta de la Unión Deportiva.
Fidelidad y humildad
¿Qué recuerdas de las ofertas que rechazó para quedarse en Las Palmas?
Tuvo varias, pero la más fuerte vino del Barcelona en 1968. Le ofrecían el doble de sueldo, una casa en Pedralbes y un coche nuevo. Pero él nunca quiso marcharse. Incluso pidió por escrito que si el club lo vendía, quería decidir su destino. Sin embargo, su primera opción fue siempre quedarse en la isla. Creo que esa fidelidad lo define tanto como su talento. Pudo haber sido millonario, pero prefirió seguir siendo de los nuestros, un ejemplo de compromiso con su gente.
¿Qué imagen te emociona más cuando piensas en él?
Hay una foto en la que yo aparezco de niño con un balón, mientras él está sentado en el estadio después de un entrenamiento. Aunque no tengo memoria de ese momento, cada vez que la miro siento una mezcla de orgullo y ternura. Es una especie de símbolo: el padre y el hijo unidos por el mismo amor al fútbol. Esa imagen resume todo lo que significa para mí. Su ausencia física se transformó con el tiempo en una presencia constante, una guía silenciosa en mi vida.
El legado continúa
¿Te han propuesto proyectos para mantener viva su memoria?
Sí, se han planteado hacer un documental, pero hay un gran obstáculo: la falta de imágenes de aquella época. En los años sesenta apenas se grababan los partidos y eso hace difícil contar su historia visualmente. Sin embargo, existen manuscritos y crónicas de periodistas como Matías Prats que lo describen como un jugador extraordinario. En el libro dedicado a su vida se recogen testimonios y hasta los informes médicos de su enfermedad. Mantener su recuerdo es un deber que asumo con orgullo y respeto.
La conversación con Juani Guedes deja una impresión profunda: la de un hijo que habla con serenidad y emoción de un padre al que apenas conoció, pero cuya sombra luminosa lo acompaña cada día. En sus palabras hay admiración, gratitud y una defensa firme del valor de la lealtad y la humildad. Juanito Guedes no fue solo un futbolista excepcional, sino un símbolo de identidad para Canarias. Y su hijo, convertido en guardián de la memoria, demuestra que el amor y el recuerdo son la forma más duradera de inmortalidad.
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