Reconocido con el Premio de Honor 2025, el maestro majorero repasa su carrera, la evolución del timple y los proyectos que mantiene vivo el legado musical del Archipiélago.
Por Redacción | RADIO LAS PALMAS
Domingo Rodríguez «El Colorao», referente indiscutible del timple y una de las voces más influyentes de la música tradicional del Archipiélago, conversa con Rita Sánchez en el programa Punto de Partida de Radio Las Palmas tras conocerse la concesión del Premio de Honor de los Premios Canarios de la Música 2025. En esta entrevista repasa su trayectoria, la evolución del instrumento, la enseñanza, la identidad cultural y sus proyectos escénicos más recientes, además de lanzar un mensaje directo a las nuevas generaciones de músicos.
PREMIO DE HONOR
¿Cómo recibes este Premio de Honor que te entregarán el miércoles 3 de diciembre en el Teatro Leal?
Lo recibo con gratitud y con alegría porque viene de mis compañeros, de la gente que conoce esta profesión desde dentro. Eso le da un valor especial. No lo veo como una jubilación, sino como un impulso para seguir adelante. Siento que tengo más futuro que pasado y muchos sueños que aún quiero realizar. Este premio me anima a continuar el camino.
Se trata de un reconocimiento que antes recibieron figuras como Braulio, María Mérida o Taburiente. ¿Qué significa para ti entrar en ese grupo?
Impone un poco escuchar esos nombres porque todos superan edades y trayectorias enormes, pero también me hace sentir parte de una cadena que no se ha roto nunca. Cada uno aportó algo único al folclore y a la música canaria, y entrar en ese conjunto es un honor. Lo afronto como una responsabilidad y como una celebración.
EL TIMPLE Y SU EVOLUCIÓN
¿Cómo definirías la evolución del timple desde tus inicios hasta hoy?
La evolución ha sido intensa. Hubo una generación magnífica con artesanos como Casimiro Camacho, Villares o Rojitas, pero después el instrumento quedó relegado a un papel acompañante. En los 90 coincidimos Benito Cabrera, Santiago Ramos y yo, cada uno con un estilo distinto. No competíamos, nos apoyábamos porque entendíamos que el timple tenía que crecer. Hoy existe una cantera joven brillante que explora la raíz, la música moderna y otros géneros con el timple como protagonista. Ahora vive un auge bonito y creo que es una de las mejores herramientas para mostrar la cultura canaria al mundo.
Se dice que has proyectado el timple más allá del símbolo tradicional. ¿Lo percibes así?
Intento tocarlo desde la emoción y desde la identidad. El timple es el corazón de los canarios y al mismo tiempo un instrumento capaz de dialogar con cualquier música sin perder su esencia. Cuando suena fuera de aquí, la gente se sorprende porque transmite algo muy nuestro. Esa capacidad de emocionar, reinventarse y mantenerse fiel a su raíz explica su fuerza.
RAÍZ Y PRESERVACIÓN
Posees más de un centenar de timples. ¿Qué representan para ti?
Tengo más de cien porque cada uno guarda una historia distinta. Muchos están prestados a alumnos y otros los reservo para romerías o actuaciones específicas. Cuando encuentro un timple antiguo que tiene un timbre especial intento conservarlo. Me gusta tocarlos, darles vida y sentir que esos instrumentos vuelven a sonar después de décadas. Es como revivir la memoria de quienes los construyeron y de quienes los tocaron antes que yo.
¿Cómo ves actualmente la enseñanza del timple?
Hace cuatro años dejé de dar clases porque la burocracia me impedía sacar adelante mis proyectos. Soy de una escuela más tradicional y no me manejo bien con tantos sistemas informáticos. Afortunadamente, hay una generación joven que está haciendo un trabajo magnífico en escuelas y conservatorios. Aun así, defiendo que lo primero es transcribir las grabaciones antiguas para que no se pierda la raíz. Crear repertorio está bien, pero sin olvidar a quienes dieron forma al instrumento.
¿Te preocupa la identidad cultural en islas como Fuerteventura?
Sí, porque el crecimiento desmedido ha diluido parte de la identidad. En Fuerteventura los majoreros estamos en minoría. Entiendo que la gente venga a buscarse la vida, pero abrir la puerta sin control a la construcción cambia profundamente el territorio y la cultura. A veces hay que retroceder para avanzar y mirarnos en lo que fuimos para no perder el rumbo.
FUSIONES Y ESENCIA
¿Con qué estilo musical te gustaría experimentar?
Siempre he pensado en hacer algo con Paco de Lucía desde la perspectiva canaria. Él era un referente inmenso para mí. En su momento intercambiamos algunas ideas pero no coincidió. También trabajé con Yamandu Costa y aunque grabó muchas piezas conmigo, no se atrevió con la música canaria por respeto. La música de aquí no son tres acordes. Es un sentimiento, un pulso que se mama desde pequeño. Puedo tocar con cualquiera mientras mantenga mi esencia.
PROYECTOS ESCÉNICOS
¿En qué proyectos trabajas ahora?
Hace unos días presentamos «La línea del horizonte, palabras colgadas», un proyecto teatral con letras mías y una puesta en escena de Mario Vega donde participo con mis hijas Julia y Ayla. Es una mezcla de recitar, hablar, cantar y tocar que me entusiasma y que quiero llevar por todas las islas. Además presentamos «Entre Fuerteventura y Lanzarote», que une la historia y la vida de dos islas hermanas. En el escenario éramos más de veinte personas entre música y baile. Si surge la oportunidad de girarlo, lo haremos. Y tengo muchas otras ideas moviéndose a la vez.
MENSAJE A LA JUVENTUD
¿Qué consejo darías a los jóvenes que quieren dedicarse al timple?
Que crean en lo que hacen y sigan adelante. Que no se critiquen entre ellos y que acudan a los conciertos de sus compañeros. Que toquen juntos, que interactúen y aprendan unos de otros. El timple dejó de ser un instrumento de parranda para convertirse en una profesión tan digna como la arquitectura, la guitarra o la medicina. Permite vivir con libertad y con dignidad. Y estoy seguro de que ningún músico se arrepiente de ser músico.
La conversación con Domingo Rodríguez «El Colorao» permite entender por qué su figura es esencial para la música canaria. Su conocimiento combina memoria, identidad y proyección futura, siempre al servicio del timple y de la cultura del Archipiélago. Su defensa de la raíz, su rechazo a la competencia estéril, su apuesta por la formación y su impulso creativo constante explican un reconocimiento que llega en plena madurez artística.
Desde la emoción hasta la pedagogía, desde la crítica constructiva hasta la experimentación, su discurso reafirma que el timple sigue vivo porque quienes lo tocan lo sienten como una extensión del alma canaria. Su mensaje final a los jóvenes resume su filosofía: aprender, compartir y creer, porque solo así la música se convierte en un camino que da sentido y sostiene la identidad de un pueblo.
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