La psiquiatra y subdelegada del Gobierno en Las Palmas habló en Radio Las Palmas sobre las víctimas silenciadas, la falta de formación institucional y la urgencia de seguir luchando.
En una nueva entrega del espacio Testimonio Violeta, dentro del programa La Otra Mañana, Teresa Mayans regresó a los micrófonos de Radio Las Palmas para abordar, junto a Asunción Benítez y María José Ferrero —colaboradora y escritora—, la violencia de género desde una doble perspectiva: la médica y la institucional. La entrevista, conducida en esta ocasión por Ferrero, dio voz a realidades que habitualmente quedan fuera del foco mediático y político.
«Al darles dignidad, fueron menos violentos»
Mayans, psiquiatra de profesión y subdelegada del Gobierno en Las Palmas, explicó que su formación sanitaria marca profundamente su enfoque. “Los médicos somos cuidadores, y desde la psiquiatría, aún más”, afirmó. Desde esa perspectiva, ve cómo muchas mujeres no verbalizan directamente la violencia, sino que acuden a consulta con síntomas físicos: ansiedad, tensión alta, dolores. Tratar sólo el síntoma, sin mirar la raíz, es quedarse en la superficie.
La doctora recordó su experiencia en la reforma psiquiátrica de los años 80, cuando lucharon por humanizar el trato a los pacientes del antiguo manicomio de Tafira. “Se les negaban incluso los cubiertos por miedo a la agresión. Al darles dignidad, fueron menos violentos”. Esta vivencia cimentó en ella una convicción: el respeto y la atención integral son claves para la recuperación y prevención, también en violencia de género.
Dificultades en la detección temprana
En su análisis institucional, Mayans no titubeó: aún falta mucha formación. “Se ha mejorado, pero queda un largo recorrido”, dijo. Habló de la necesidad de capacitación en el sistema sanitario, en las fuerzas de seguridad, y especialmente en la judicatura. “Hay policías y jueces muy formados, pero también muchos que no lo están”. Según señaló, esto dificulta la detección temprana y la protección eficaz de las víctimas.
Uno de los momentos más significativo fue cuando se refirió a las víctimas que apenas tienen visibilidad: mujeres con enfermedades mentales, con discapacidad, o mayores de edad. “No demandan ayuda. No van a venir a ti. Hay que ir a buscarlas”. Estas mujeres, según Mayans, son incómodas para el sistema y muchas veces son ignoradas. Es una forma silenciosa de discriminación que, muchas veces, se convierte en abandono institucional.
Especial atención puso también en los recientes casos de feminicidio entre mujeres octogenarias. “Me cuesta pensar que la familia no supiera lo que pasaba. Esas dinámicas se asumen como normales durante años”. Mayans compartió incluso el caso de una familia que decidió separar a sus padres mayores por miedo a que el padre asesinara a la madre. Sin embargo, ni siquiera se plantearon denunciar. El silencio pesa.
Necesidad de alzar la voz
Sobre el papel de la denuncia, fue tajante: “Lo que no se denuncia no existe. Ni en violencia de género ni en el robo de coches”. Llamó a las mujeres a alzar la voz no sólo por ellas, sino por las demás. Recalcó que, aunque el proceso sea duro, es una responsabilidad colectiva sacar a la luz lo que está mal para poder cambiarlo. También señaló que muchas víctimas minimizan la violencia por miedo o vergüenza, lo que complica aún más su identificación.
Mayans también abordó la situación de los hijos e hijas de las víctimas. Reconoció avances legislativos, como impedir que los asesinos cobren pensiones de las asesinadas, pero afirmó que las ayudas siguen siendo insuficientes. “A veces las familias quedan desasistidas, y los niños, incluso con su madre viva, necesitan un apoyo que no siempre es accesible”, lamentó.
«Hay mucho que hacer»
En su papel como subdelegada, Mayans recibe información inmediata sobre los casos graves de violencia. Esto le genera, según manifestó, una gran impotencia. “A veces vemos que no logramos evitar lo peor”, explicó. Por ello, uno de sus grandes retos es asegurar que mujeres extranjeras residentes puedan ejercer plenamente sus derechos. “La integración real es esencial para que ninguna mujer quede fuera del sistema de protección”, enfatizó.
Para cerrar, destacó el valor de quienes llevan años en esta lucha. “Los premios que más me llenan son para esas mujeres que han sostenido en silencio, durante décadas, la defensa y el acompañamiento a otras”. La entrevista terminó con un mensaje claro: “Hemos avanzado, pero aún hay mucho por hacer. Y hay que seguir”.
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