• Cuando nadie sabe quién hace qué, el talento se apaga

    ¿Alguna vez has tenido la sensación de que en tu trabajo todos corren, pero nadie sabe muy bien hacia dónde? Reuniones que se repiten, decisiones que se solapan, tareas que parecen de todos y, a la vez, de nadie. Ese ruido constante que genera la falta de claridad en los equipos es más común de lo que parece. Y lo más curioso es que no suele tener que ver con la falta de esfuerzo, sino con algo mucho más simple: no saber exactamente quién hace qué.

    Durante años, las empresas han crecido sumando personas, departamentos y proyectos, pero sin revisar a fondo cómo se organiza el trabajo dentro. El resultado es un ecosistema en el que muchos profesionales se sienten desbordados, otros infrautilizados y casi todos confundidos. En un entorno así, el talento no se pierde por falta de capacidad, sino por exceso de desorden.

    Cuando no hay claridad en los roles, aparecen los conflictos, se duplica el trabajo y se diluye la responsabilidad. Lo que debería ser un equipo se convierte en una carrera de obstáculos. No se trata de mala voluntad, sino de una estructura mal definida. En cambio, cuando cada persona conoce su papel y entiende cómo encaja su trabajo con el de los demás, la organización fluye, las tensiones se reducen y la motivación crece.

    Un ejemplo sencillo: una empresa tecnológica que, tras años de expansión, empezó a notar que sus proyectos se estancaban. Las reuniones eran interminables y los plazos, imposibles de cumplir. Cuando revisaron su estructura interna, descubrieron que varios líderes tomaban decisiones sobre los mismos temas, mientras que otros equipos no sabían a quién dirigirse. Bastó un ejercicio de revisión de roles y responsabilidades para que la situación cambiara por completo. No contrataron a más gente, simplemente pusieron orden.

    Definir quién hace qué no es una cuestión de control, sino de madurez. No se trata de imponer jerarquías rígidas, sino de dar a cada persona un espacio donde pueda aportar lo mejor de sí misma. Un entorno claro y bien estructurado no ahoga la creatividad; al contrario, la multiplica, porque permite que cada profesional trabaje con foco y autonomía.

    La claridad en los equipos no debería ser un lujo, sino una norma básica de convivencia organizativa. Y es una tarea compartida: de los líderes, que deben aprender a delegar y confiar; y de las áreas de recursos humanos, que pueden acompañarles a construir estructuras más equilibradas y sostenibles.

    En definitiva, las empresas no se rompen por grandes decisiones, sino por pequeños desajustes que se acumulan. Y pocos generan tanto desgaste como la falta de claridad. Tal vez el primer paso para impulsar la innovación, el bienestar y la eficiencia no sea hacer más, sino simplemente ordenar mejor.

    Por Carlos Jiménez Cabrera
    Consultor en liderazgo y desarrollo de equipos


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Carlos Jiménez

Formador y consultor especializado en el desarrollo del Liderazgo y Trabajo en Equipo. Casi 40 años de trayectoria acompañando a personas y organizaciones en procesos de cambio profundo y sostenible. He fundado y liderado más de 30 proyectos en ámbitos empresariales, sociales y deportivos, y he acompañado a más de 500 iniciativas como mentor, consultor y formador, siempre con el propósito de generar impacto real y cambios transformadores.
Autor de seis libros sobre Liderazgo y Trabajo en Equipo y comunicador con más de 20 años de trayectoria en radio.
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