• Sucesos Carmen Serrano: No nos callarán

    02/10/2018 | 14:54  

    Carmen Serrano: No nos callarán

    La coordinadora deUPyD en el País Vasco reflexiona sobre los acontecimientos en Cataluña tras acudir a la manifestación a Barcelona organizada porJusapol a la que acudieron 90.000 personaspor la equiparación salarial para policías y guardias civile ...

    Una mujer valiente de nuestros tiempos, Carmen Serrano(UPyD), dedicada al servicio a la sociedad desde su esfera política en Euskadi, nos obsequia esta carta abierta:

    "Después de tantos años sembrando odio y exclusión sin hacer nada para evitarlo, ¿de verdad nos sorprendemos por lo que está pasando en Cataluña? Si se les ha permitido todo hasta ahora, manteniendo bajo una falsa empatía o negociación un perfil de tolerancia, indiferencia y absoluta permisividad frente a todos sus abusos, ¿qué esperábamos? Pues lo que tenemos. Imposición, confrontación, unilateralidad.

    Instituciones públicas al margen de la legalidad, que para eso son la voz del pueblo, pero en las que sólo cabe una voz, que de libertad y pluralidad si eso ya hablamos otro día, decidiendo qué leyes y sentencias cumplir y acatar, y cuáles es legítimo incumplir o desobedecer.Sin consecuencias. Porque lo dibujamos como conflicto político, y así quedan desdibujados todos los abusos, desacatos y vulneraciones de la legalidad vigente y de los derechos y libertades de los ciudadanos. Que todos sabemos que los conflictos políticos sólo admiten soluciones políticas, nunca policiales, judiciales y muchos menos penales. No vayamos a tensar la situación. Que luego para los presupuestos, y las mociones de censura, son necesarios sus votos.

    Espacios públicos invadidos, ocupados como trofeos de guerra, de los que somos expulsados quienes no pensamos igual. Porque las calles son suyas, suya la única voz pública, suyo el Parlamento, suyo el Gobierno, suya la historia, suya la patria. Y como suya es la patria, nos expulsan a los que no tenemos cabida en ella y somos meras fuerzas de ocupación. Alde hemendik. Como si no estuviéramos ya en casa.

    Espacios privados convertidos en refugios y oasis en los que saciar la sed de libertad frente a la persecución feroz de quienes lo quieren controlar todo. Símbolos quemados, pisoteados, destruidos, buscando anular las ideas distintas en nombre de su libertad de expresión. Y yo me pregunto ¿dónde la queda la libertad de expresión de los que no pensamos como ellos? Violentada por los unos, y no defendida por los otros. Al fin y al cabo, cuando el lobo está al cuidado de las ovejas, no nos podemos sorprender al descubrir que poco a poco las ovejas mueren, desaparecen o, simplemente, ya no balan.

    Desde luego, Gabriel Rufián tiene razón cuando dice que no es sólo independentismo. Por supuesto que no. Es mucho más. Es la imposición de un proyecto político nacionalista identitario de corte totalitarista y excluyente, que persigue acosar y silenciar al discrepante. Es la legitimación de la violencia como arma política, algo sobre lo que, desgraciadamente, sabemos mucho en el País Vasco, y que habrá aprendido en primera persona de su gran amigo Otegi, otro ejemplar hombre de paz. Es, en resumen, lo que nunca debió pasar, pero que vuelve a repetirse en Cataluña. Porque somos un país acomplejado de memoria dispersa, una sociedad enferma.

    Las imágenes de estos días lo reflejan todo. Caras desfiguradas por el odio amenazando de muerte a otra persona por el mero hecho de pensar diferente. Odio que configura esa esencia que deshumaniza tanto a la víctima como al victimario, quien en el fondo se limita a hacer lo que tiene que hacer, como si no tuviera otra opción. Los violentos, los provocadores, son los otros. Porque para los secesionistas, el simple hecho de pensar diferente ya es una provocación, y defender otras opciones políticas resulta inaceptable. Sólo cabe su pensamiento único, y por eso persiguen callar al discrepante. Al precio que sea. Lo importante es el proyecto, y en nombre de la causa, de ese pueblo catalán que sólo existe en su ideario místico, es legítimo ejercer la violencia como arma política contra el discrepante-oponente. Así, se le señala, se le persigue, se le acosa, hasta que se le silencia. Como hicieron con anterioridad los nazis con los judíos. Como hicieron con anterioridad los terroristas de ETA con aquellos vascos que no nos sentíamos parte de su patria vasca. Al puro estilo fascistas. No en balde, griten lo que griten, los secesionistas del lazo amarillo, del alde hemendik, del “pin pan pun que no quede ninguno”, no dejan de ser fascistas. Fascistas todos ellos responsables de persecuciones, atrocidades, genocidios cometidos en nombre de la raza, en nombre del pueblo, en nombre de la patria, en nombre de un ser abstracto que no es nada, pero que lo legitima todo.

    Este odio no se frena desde la empatía, Señor Sánchez. Este odio, fruto de años de irresponsabilidad política, permisividad y complicidad del Gobierno español, con independencia del color político del mismo, sólo se enfrenta desde la educación y el respeto en libertad y pluralidad, con una inequívoca voluntad política de respetar y hacer respetar la legalidad vigente y el orden constitucional que todos nos hemos dado como marco regulador de nuestra convivencia libre y en paz. Porque sólo respetando las leyes y los pronunciamientos judiciales es posible garantizar la efectividad de las libertades y derechos fundamentales que a todos nos amparan, incluso a los que no pensamos igual.

    Los problemas no se solucionan solos, Sr. Sánchez, ni se solucionan dejando pasar el tiempo a ver qué pasa. El nacionalismo es un cáncer que debemos extirpar, igual que la reiterada dejación de funciones del Gobierno de la Nación. Cuando no se adoptan las medidas necesarias a tiempo, el cáncer se enquista y la solución al problema se antoja cada vez más difícil, cuando no imposible de vislumbrar. Hoy en día, sólo la aplicación de las medidas previstas en el artículo 155 de la Constitución Española podría permitir encauzar la situación y recuperar la normalidad constitucional, el respeto del Estado de Derecho, y la garantía de esa convivencia en libertad y pluralidad que hoy, desgraciadamente, no se da en Cataluña.

    Cataluña, como el País Vasco, es de todos. Las calles son de todos. Perdamos el miedo y recuperemos la voz que quieren silenciar. Defendamos lo que es nuestro, lo que es de todos. Defendamos la libertad y la pluralidad, nuestros valores democráticos. Porque el que calla, otorga, y el que se cansa, pierde. Pero ni nos callarán, ni nos detendrán.

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