• Sociedad Sabrina González: «La empatía es más importante que cualquier máster en violencia de género»

      

    21/08/2025 | 09:51   |   Redacción 

    Sabrina González: «La empatía es más importante que cualquier máster en violencia de género»

    La psicóloga forense reconoce que su mayor premio no son los galardones sino ver a las víctimas recuperar la vida.


    Por Redacción | RADIO LAS PALMAS

    La psicóloga forense Sabrina González Plasencia es hoy una de las voces más respetadas en Canarias en materia de violencia de género, abusos sexuales y violencia intrafamiliar. Dirige el gabinete Psicoananda y, desde 2021, ha atendido de forma totalmente gratuita a más de una veintena de víctimas y a sus hijos. Su labor ha sido reconocida con el Premio Meninas 2024, concedido por la Delegación del Gobierno en Canarias, aunque ella insiste en que «el verdadero reconocimiento es ver a las mujeres y a sus familias salir adelante».

    En esta conversación en Radio Las Palmas, dentro de la sección Testimonio Violeta, Sabrina repasa su trayectoria, expone los retos del acompañamiento psicológico y lanza un mensaje claro a la sociedad: la clave no reside únicamente en la formación técnica, sino en la empatía.


    De la enfermería militar a la psicología forense

    ¿Qué te llevó a dedicarte a la psicología forense y especializarte en violencia de género?

    Curiosamente, la psicología fue mi segunda carrera. Yo venía de la enfermería militar y estuve 21 años en las Fuerzas Armadas. Siempre había sido una asignatura pendiente estudiar la mente humana. Al principio me interesaba la mente criminal, quería entender por qué alguien comete delitos o agrede. Sin embargo, las prácticas en el Centro de Orientación Familiar de Canarias cambiaron mi rumbo. Allí descubrí la realidad de los abusos sexuales y la violencia intrafamiliar y entendí que mi vocación estaba en acompañar a las víctimas.

    ¿Por qué decidiste dar el paso hacia la psicología forense?

    Porque los informes psicológicos, cuando se convierten en prueba judicial, tienen un peso enorme. Si una víctima llega al Instituto de Medicina Legal un año y medio después de denunciar, muchas veces su estado no refleja lo que vivió en los primeros momentos. Yo trabajo desde el minuto uno, recabando toda la sintomatología inicial. Eso ayuda a que, cuando llegue el juicio, haya una guía clara del recorrido emocional de esa persona.

    En ese camino recibiste el Premio Meninas 2024. ¿Cómo fue recibir la noticia?

    Me llegó estando de vacaciones en Marruecos. Al principio pensé que era una broma o incluso que había algún problema porque me llamó directamente el delegado del Gobierno. Cuando confirmé que era cierto, sentí un gran entusiasmo, pero también tuve claro que seguiría haciendo lo mismo incluso sin premios. Mi mayor galardón es ver cómo las víctimas avanzan, escriben sus libros, retoman sus vidas y se reconstruyen.


    Acompañar sin condiciones

    Tu labor es conocida por ser altruista. ¿Qué significa para ti trabajar de esta manera?

    Desde 2021 he atendido a más de 20 mujeres de forma gratuita, junto a sus hijos e hijas. Lo llamo trabajar “a cota cero”. Sé que no todo el mundo en mi equipo puede hacerlo siempre, pero me he rodeado de profesionales que comparten esa misma filosofía. Para mí no se trata de un sacrificio, sino de un compromiso humano. La psicología no puede estar limitada a quien pueda pagarla.

    Has colaborado estrechamente con el Juzgado de Violencia sobre la Mujer en Las Palmas. ¿Cómo empezó esa relación?

    Fue casi por casualidad. Una víctima no podía declarar y pedí permiso a la magistrada María Auxiliadora para ayudarla a expresarse. Desde entonces me llamó para casos en los que era necesario un acompañamiento psicológico urgente. Lo hago sin esperar remuneración, porque el objetivo es que las mujeres puedan hablar sin sentirse juzgadas. Hoy la propia magistrada ha incorporado técnicas psicológicas en sala y eso es un cambio esperanzador.

    ¿Qué importancia tiene el apoyo psicológico en los primeros momentos del proceso judicial?

    Es vital. Si una víctima cuenta con herramientas emocionales desde el principio, puede afrontar con más fortaleza todo el camino posterior. De lo contrario, cuando llega la vista oral, la revictimización es brutal. Muchas mujeres y menores viven lo que llamamos retraumatización: reviven el dolor al tener que contar su historia años después. Con apoyo psicológico, ese golpe no las devuelve a la casilla de salida.


    Empatía, prevención y educación

    ¿Qué se necesita para reducir las alarmantes cifras de violencia de género en Canarias?

    Atención inmediata y de calidad, por supuesto. Pero la clave está en la prevención. Tenemos que trabajar desde la infancia, porque es en el hogar donde aprendemos roles de sumisión o de agresión. Si un niño crece viendo cómo su madre calla ante las humillaciones, normalizará esa conducta. La educación en igualdad debe empezar incluso antes del nacimiento, cuando una madre está embarazada. La manera en que nos comunicamos con los hijos influye en su autoestima y en cómo se relacionarán en el futuro.

    ¿Qué papel tienen los centros educativos y las instituciones en esta tarea?

    Necesitamos profesionales cualificados, pero sobre todo necesitamos empatía. De nada sirve tener cuatro másteres en violencia de género si no eres capaz de ponerte en la piel del otro. Una sola frase que invalide a la víctima puede destruir su confianza. Por eso insisto en que la formación técnica debe ir acompañada de humanidad.

    Has impartido talleres para cuerpos de seguridad. ¿Qué mensaje transmites en esos espacios?

    Que la empatía no es opcional. Si un agente está cansado o a punto de terminar su turno, es mejor esperar y que otra persona recoja la denuncia. Hacerlo mal es peor que no hacerlo. A las víctimas ya les resulta tremendamente difícil dar el paso de denunciar. Si al llegar se encuentran con un trato frío, con prisas o con comentarios minimizadores, el daño se multiplica y hablamos entonces de violencia institucional.


    La fortaleza de cuidar también a quien cuida

    Trabajar con casos tan duros tiene un impacto emocional. ¿Cómo lo gestionas?

    Practico el autocuidado cada día. En mi despacho tengo vistas al mar, una orquídea y objetos que me ayudan a regularme cuando escucho historias muy duras. Al salir, mi ritual es subir al coche, poner música y cantar. Es una forma de limpiar la energía y dejar atrás lo vivido en consulta. También comparto momentos de apoyo con colegas como mi compañera Nicole, con quien muchas veces almuerzo mirando al mar.

    ¿Hay algún caso que te haya marcado especialmente?

    Todos dejan huella, pero recuerdo uno en el que un hombre se saltaba constantemente la orden de alejamiento. La aplicación Cometa de su expareja sonaba decenas de veces en una sola noche, hasta el punto de que tuvo que abandonar su vivienda porque los vecinos firmaron para que se marchara. Sus hijos desarrollaron un trastorno de estrés postraumático tres años después. Fue una situación sangrante porque, al no existir una amenaza directa, las autoridades lo trataban como un problema menor, cuando en realidad estaba destrozando la vida de toda una familia.

    ¿Qué mensaje transmitirías a quienes hoy atraviesan una situación de violencia?

    Que pidan ayuda y que no se queden solas. El apoyo no significa lástima, significa validación, acompañamiento y respeto. De todo se puede salir, pero no sin redes que sostengan el proceso. Hay que recordar que la violencia no define a la víctima, sino al agresor. La víctima tiene derecho a reconstruir su vida y merece hacerlo acompañada.


    Sabrina González tiene claro que su labor no se mide por premios ni reconocimientos oficiales. Su brújula es otra: la sonrisa de una mujer que se atreve a denunciar, la fortaleza de un menor que aprende a confiar de nuevo, la calma de una familia que encuentra apoyo donde antes solo había silencio. Su historia es la demostración de que la empatía, la formación y el compromiso humano pueden ser armas tan poderosas como cualquier sentencia.


    ✅ Esta entrevista a Sabrina González Plasencia se realizó en la sección Testimonio Violeta, conducida por la escritora María José Ferrero dentro del programa La Otra Mañana bajo la dirección de Asunción Benítez en Radio Las Palmas.

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